martes, 28 de agosto de 2007

FRENTE AL MUNICIPIO

Un lujoso auto en la puerta del Palacio Municipal espera a una pareja de recién casados. Eso pensé cuando lo vi estacionado en dicho lugar, a pesar de existir una franaja amarilla sobre el zócalo de la verma, señala indubitable de prohibición. Aun me faltaban cincuenta metros para llegar al local edil y otro auto más se estacionó fuera de dicha institución. Llegué a la puerta y pregunté si había matrimonio a quien ejercía la custodia del lugar. Respuesta negativa. Durante los siguientes treinta minutos de ocio que permanecí parado en dicho frontis reparé que no sólo había autos estacionados en dicho frente del local municipal, sino también del lado contiguo de la calle.
¿Por qué el gobierno local permite que los ciudadanos infrinjan la ley y se estacionen en lugares prohibidos? La falta de cultura al volante en nuestra ciudad es más que evidente. Lso choferes creemos que frente a un timón nos imbuimos del estatus de autoridad sobredimensional y podemos tomar las calles como nuestras. Error. El reglamento es para todos, las normas no hacen excepciones, salvo emergencias justificables. Entonces, por qué ciudadanos y/o funcionarios municipales se apropian del frente del Palacio Municipal y lo convierten en su paradero particular, en su estacionamiento de costumbre. Si el gobierno municipal exige a los demás ciudadanos respetar las normas de tránsito y multa a quienes las infrinjan. ¿Que castigo debería imponerseles a ellos? ¿Se atreverá alguna autoridad policial ha imponer una sanción, una llamada de atencion o a corregir la ignorancia o negligencia de los ciudadanos?
Quienes solemos transitar por la Plaza de Armas de la ciudad, tenemos no sólo que esquivar los grupos que se detienen frente al local edil para dialogar en amena conversación, olvidando que las vías son de acceso y que no son un lugar de diálogo. ¿Por qué no cruzan y se sitúan en alguno de los hermosos espacios de la plaza para continuar su diálogo? Será acaso que la hilera de vehículo estacionados fuera de dicha entidad se lo impiden? Y si tengo autos estacionados en la pista y gente aglomerada en la vereda, ¿por donde transito? Muchas interrogantes que la conciencia particular y el ejemplo gubernamental pueden empezar a dilucidar.

martes, 26 de junio de 2007

TECNOLOGIA Y CONFORT II

Supermercados, hipermercados, malls, mega plazas, han reemplazado al tradicional mercadillo del barrio que visitaban nuestras abuelas. La comodidad – otra vez – es el calificativo al momento de definir la elección del lugar donde se comprarán los víveres de la semana. Productos seleccionados, limpios, embalados, pesados, etiquetados, todos con la garantía de calidad y fáciles de obtener. Pero éstas no son las únicas ventajas, además del estacionamiento, del ambiente agradable, de la buena atención y la seguridad, existe la evolución del producto hacia el confort del cliente. Ejemplifiquemos con el tradicional kilo de papas, mal pesadas, sucias, con tierra, hasta picadas que conseguimos en el mercado. Ahora, hemos pasado a las papas limpias, regulares, pesadas y embolsadas que están ordenadas en los anaqueles de los hipermercados. Pero ahí no nos hemos quedado. Encontramos papas ya peladas enteras, trozadas en cuadros o en bastones, incluso hasta papas rellenas, listas para freír. Con ello la labor de pelar, cortar, amasar se simplifica; sin embargo, hemos dado un paso más, podemos encontrar papas ya fritas, junto con otros complementos y agregados. Digamos que ahora es posible encontrar la comida lista para llevar y consumir. Pero a quienes aun nos gusta “cocinar” podemos encontrar un puré de papas echo polvo dentro de un sobre al que hay que agregar el líquido para prepararlo; o, más aun, las papas como acompañamiento de un cau cau debidamente enlatado y que solo necesitan abrir y calentar. Igual sucede con los tamales en lata.
Nuestro tradicional cebiche puede prepararse comprando pescado limpio y previamente trozado, al cual se le agrega el contenido de un sobre diluido en agua y listo. Esto también ocurre con el pisco sour en polvo. Otras comidas son fáciles de obtener de igual forma. Sopas, caldos y cremas de todos los sabores y variedades en sus respectivos sobres. Mazamorras, queques y demás postres listos para diluir y cocinar, si es que no los encontramos ya envasados y listos para comer. Poco a poco el uso de la tecnología nos simplifica la labor de cocinar e incluso la de comer, puesto que nuestro paladar se está amoldando a sus sabores.
En unos años, el gourmet del futuro habrá crecido saboreando distintos tipos de comidas provenientes de envasados. Nuestros hijos tendrán como estándar de un buen arroz el sabor del aderezo en polvo. Su mejor cebiche será el que provenga de un pescado congelado preparado con un sazonador de sobre.
La tecnología al momento de cocinar para quienes trabajamos todo el día, resulta un alivio que permite ahorrar tiempo; sin embargo, deberíamos mantener, por lo menos, un espacio situado para lo natural, para el trabajo de poder limpiar y pelar una papa, de poder exprimir un limón y chancar un ajo, de sentir el sabor de una naranja recién exprimida, de un arroz graneado al natural. El continuo desarrollo tecnológico en la comida y demás aspectos de nuestras vidas es inevitable, pero aun podemos elegir soltar el acelerador un domingo y disfrutar de la cocina tanto como del buen comer. La recompensa a ese sacrificio la sentirán con el último bocado.

sábado, 23 de junio de 2007

CAMBIANDO EL TRAFICO

El caos vehicular en el centro de la ciudad ha sido motivo de diversas medidas de control, incluyendo el bloqueo de ciertas calles, algunos días, a ciertas horas. Sin embargo, las soluciones no parecen resultar y el tráfico continúa su lento andar. Quizás el principal problema sea la educación de nuestros choferes que no cumplen con las reglas básicas del Reglamento de Tránsito, sumado a la imprudencia de todos los peatones que, igualmente, contribuimos a este desorden en el andar.
Demás está decir que los vehículos transitan en las calles sin respetar semáforos, cruces peatonales, preferencias y demás lineamientos del buen conducir. Pero igual irrespeto se da en peatones que no sólo no transgreden los semáforos, sino que no reparan siquiera en la existencia de éstos y cruzan cuando y como quieren . Ni mencionar los pasos peatonales que suelen quedar al olvido. Peor aun la toma de un taxi, combi o bus que se da en cualquier lado de la acera convertida en un paradero instantáneo con sólo alzar una mano, como si dicha indicación sea una permisión para que los choferes detengan su auto como y donde quieran, incluso a mitad de la pista, con una fila de autos detrás generando una ensordecedora seguidilla de pitidos.
Otras ocasiones los paraderos se forman bajo la anuencia de la policía que es incapaz de poder movilizar la hilera de autos estacionados en zona prohibida. Estos paraderos dificultan el traslado de los autos sobre las estrechas calles del centro de la ciudad y vulneran toda marca amarilla en el zócalo de la acera, señal indubitable que prohibe estacionar.
Igual ocurre con el andar por las aceras de un transeúnte común, que sube y baja de la acera con su andar zigzagueante topándose con sus contrarios, quienes al igual que el caminan sin seguir su lado de la acera – el derecho – esquivando a los que caminan en grupo, a los vendedores ambulantes, mendigos, los que se encuentran y ocupan la acera para conversar como si estuvieran en la sala de su vivienda, a todos los que olvidamos alguna regla de tránsito elemental al caminar o simplemente no la llegamos a conocer.
La municipalidad debería iniciar una campaña de concientización para cambiar la idiosincrasia de nuestros choferes y peatones. Empezar educando a quienes desconocemos el correcto andar a pie o en vehículo, recordarnos lo que debimos aprender (o aprendimos) de niños y aplicarlo durante toda la vida. Lograr ese gran cambio que se anhela; pero como pedirle peras al olmo cuando en la puerta del propio municipio diariamente y a toda hora vemos autos estacionados, personas atiborradas impidiendo el paso.
Lo ideal sería seguir el ejemplo de un municipio despejado, sin autos estacionados indebidamente durante horas, sin gente conversando en la puerta impidiendo el normal tránsito peatonal, pero ello no ocurre. Entonces nos quedará por esperanzarnos en la Policía Nacional, en esa nueva generación de disciplinados servidores que tendrán que educar con severidad, aplicando multa tras multa, hasta generar un cambio de actitud. El ejemplo: multar a cada uno de los vehículos estacionados diariamente en las puertas de la municipalidad, incluyendo los de los servidores de dicha dependencia que no por su embestidura tienen privilegios para desobedecer la ley.
Empecemos educándonos, exigiéndonos, multándonos. Cambiemos. Es posible, ya lo hemos demostrado con el uso de los cinturones de seguridad. Hace unos años no sólo no los usábamos sino que ni siquiera existían en nuestros vehículos, ni siquiera sabíamos su utilidad. Luego de una campaña de concientización seguida de una de imposición de severas multas nos vimos obligados a usar el cinturón. Hoy, la obligación inicial es una precaución, un seguro que nos autoimponemos porque hemos cambiado, porque podemos hacerlo.
Ojalá que en unos pocos años el orden vehicular mejore porque respetemos las reglas básicas de tránsito. Que este cambio ocurra con una verdadera campaña, con una nueva visión de quienes dirigen la ciudad, coadyuvados por la Policía y que todo sea posible sin tener que efectivizar papeletas.
Mañana cuando cruce la plaza por aquellas líneas blancas paralelas, luego de cerciorarme que el semáforo me lo permite, espero poder cruzar por la puerta del palacio edil y tener la dicha de tener la acera libre, sin quienes obstruyan mi paso, sin verme obligado a salir de la acera y no poder hacerlo porque una seguidilla de autos están estacionados afuera, en zona prohibida. Y así, con la dicha de saber que el gran cambio ocurre, poder continuar mi andar con tranquilidad en cada calle de esta primaveral ciudad.

jueves, 24 de mayo de 2007

YO NO VOTO Y TU?


The new seven wonders o algo así es la página que promociona un concurso para nombrar las nuevas siete maravillas del mundo. ¿Concurso auspiciado por UNESCO?, ¿se nombrará a estas maravillas como patrimonio cultural de la humanidad? No. La negativa es rotunda. En realidad es un persona común, como cualquiera de nosotros, quien tuvo la idea - nada ingeniosa porque ya hace unos años salió el mismo concurso – de crearse una página web para poder llamar la atención de gente de todo el mundo. En realidad con este concurso no hace sino obtener miles de visitantes en su página quienes intentan votar por un atractivo de su predilección y, a la par, engrosan la cuenta del dueño de la página web.
Este tipo de negocios electrónicos no son nuevos, muchas personas en diversos países los vienen implementando. Tenemos la creación de blogs personales que venden publicidad, portales web o páginas personales en las que se paga por el acceso a bases de datos; en fin, comercio electrónico en todas sus manifestaciones.
Sin embargo, lo extraño de este concurso no está en su creador, la novedad, ni la elección, sino en la promoción que hace el gobierno para que los peruanos votemos por Machu Pichu. ¿La intención? Quizás se piense que con ello lograrán publicidad suficiente que incremente el número de visitantes. A mi entender, incentivar a los peruanos a ingresar a una página web y votar por una “maravilla” de la cual ya sabemos su existencia, no incrementa el turismo. Generar una cortina de humo con este concurso podría ser una respuesta más acertada; sobretodo para no creer que nuestros gobernantes gozan de una profunda ignorancia y desatino en este tipo de negocios virtuales y, aun más, tienen mayor incapacidad para poder rodearse de asesores idóneos que les abran los ojos antes de cometer este tipo de desatinos.
De todas maneras, es indignante ingresar a los portales web del Estado y ver en las páginas de instituciones como Sunat, el Congreso de la República, Presidencia del Consejo de Ministros, Mincetur y demás ministerios y entidades, como se hace publicidad a un extranjero y se le permite enriquecerse a costa de la ingenuidad de los peruanos. ¿Habrá que interpelar a la ministra Araoz por tal ineptitud? No lo creo, sería continuar dando importancia a hechos que no deben ser prioridad del gobierno. Para que no sólo Machu Pichu, sino otras grandes maravillas de nuestro país como la Fortaleza de Kuelap, Líneas de Nazca, Ciudadela de Chan Chan, Ruinas de Sipán, Cataratas de Gocta, Cañón del Colca, entre otras muchas, sean conocidas en el mundo debe hacerse una verdadera Política de Desarrollo del Turismo y no fomentar que se participe en este tipo de concursos cuando el propio gobierno no brinda los recursos y facilidades para el mantenimiento de Machu Pichu como debería ser.

miércoles, 23 de mayo de 2007

TECNOLOGIA Y CONFORT I


Es la comodidad – y no el amor - el motor de nuestras vidas. Nuestro estilo de vida, cualquiera que sea, nos hace buscar la satisfacción personal, ese confort individualizado en cada acto de nuestro existir. La comodidad, obviamente, ha sido siempre nuestro fin. Todos buscamos la realización personal resumida en nuestra propia tranquilidad: mínimo esfuerzo y máxima satisfacción. Desde el uso de un control remoto para evitar un esfuerzo físico hasta la facilidad de una cena con tan solo presionar unos botones o el trabajar remotamente desde la comodidad de un sofá.Hemos llegado a controlar espacios y actividades con el solo presionar de pulgares o índices. Con un aparato de control hemos simplificado, para nuestra autosatisfacción, el ritmo de nuestras vidas. Ingreso a casa pulsando el control del portero eléctrico de la cochera. Salgo del auto y cierro las puertas con el control del llavero, a la par que conecto la alarma. Acceso puertas pasando una tarjeta magnética por una ranura o, incluso, podría hacerlo colocando mi palma sobre un escáner. Lo que parecía hace pocos años una ficción solo vista en una película, ahora es una común realidad. Estas pequeñas actividades han reemplazado, y lo seguirán haciendo, a actividades tan simples como el abrir portones de cocheras manualmente, girar llaves para cerrar puertas de autos o abrir las de los ambientes de la casa. Cada día el uso de la tecnología agiliza nuestras vidas y, sobretodo, aminora las pequeñas cargas que teníamos. Quienes nos acostumbramos a usar una puerta levadiza automática nos sentimos inútiles cuando un corte de energía o una falla electrónica nos impiden poder sacar o ingresar el auto de la cochera. Incluso quienes crecimos rodeados de tecnología, nos sorprendemos de los continuos avances. Teléfono, videograbadora, reproductor de música, televisión, acceso a Internet, grabador de audio, cámara de fotos, entre otras aplicaciones, todas en la palma de tu mano, sin necesidad de cables. Lavadoras que no necesitan de agua, refrigeradoras con conexión a Internet y capacidad de hacer pedidos al supermercado, televisores con memoria para grabar en vivo, entre otros, nos sorprenden cada día. Pero no sólo nos limitamos a los artefactos, la tecnología incursiona en cada ámbito de nuestras vidas. Un ejemplo: la comida

lunes, 16 de abril de 2007

LLUVIA DE EMOCIONES



La lluvia acá suele ser menos densa, menos estruendosa y menos todo que en cualquier otro lugar. Incluso hasta menos líquida. Cuando empieza a llover, que puede ser un día cualquiera y precisamente uno de esos días que no se espera que lloverá, puesto que casi nunca llueve, el cielo no se torna gris, ni siquiera cambia su habitual celeste pálido. El cielo junta las pocas nubes cimbreantes que aparecen arrastradas por el viento, como si de ovejas perdidas se trataran, y las apila en un diminuto sector de su territorialidad. Las nubes pálidas, con la poca humedad que han podido absorber durante su frustrado éxodo mantienen el blanco humo que las caracteriza en este cielo de eterna primavera – al menos hacía solía ser – y dejan caer una a una sus gotas, lentas, espaciadas, como si quisieran ser contadas por el incauto transeúnte que, de pronto, siente al iniciar el recorrido de la cuarta calle un golpe en el rostro. El golpe es seco y, sin embargo, se desprende de el un hilo de humedad que no regresa. El sorprendido peatón, extiende la mano derecha tímidamente para poder sentir si efectivamente llueve o la gota sobre su rostro es producto de su imaginación o de una de esas casualidades (a las que mejor debiéramos llamar descuido inesperado de otro peatón) que hacen a uno ser blanco de la salpicada de algún alimento, en el mejor de los casos, o de algún producto desconocido, para evitar ser específicos. Para su suerte, en efecto, casi al terminar la cuarta calle, cuando cae sobre él una segunda gota, se percata que está lloviendo en la ciudad y trata de acelerar el paso para guarecerse bajo algún balcón o el saliente de algún volado pero, al instante, el cielo ha cesado su goteo, porque en esta ciudad hasta el cielo gotea y no chorrea, como emulando las constantes palabras de un premier cuando se refería a nuestra economía. En realidad, son las nubes las que terminaron de exprimir su contenido, quedando secas, casi en el olvido, como evitando mantener ocultas algunas gotas más y dejando evidencia que no han acumulado demasiada humedad para evitar ser plausibles de algún nuevo impuesto de esos que solo ocurren en esta lugar y que incluyen, en el absurdo de la administración pública, hasta a la naturaleza.
Así como llegó, la lluvia desapareció sin dejar rastro, sin evidencia alguna de haber estado en la ciudad. No hubo truenos ni relámpagos anunciándola, tampoco rayos que la hicieran más notoria, ni siquiera quedó algún riachuelo improvisado cruzando las calles o una caída continúa saliendo de algún techo desnivelado. Las lluvias en esta ciudad, porque a pesar de ser pocas mantienen su pluralidad durante el año, no sirven sino para hacernos recordar que existen, aunque aquí no nos hagan tanta falta como en las zonas agrícolas o no sean tan temidas como en las planicies donde suelen inundarlo todo. Aquí no sirven ni para mojarse, ni siquiera para emular a Fred Astaire y danzar un poco entre los remozados faroles.
Esta ciudad agradece no tener techos a dos aguas ni canaletas en las pistas, aun así el asfalto de las vías está deteriorado como si las lluvias lo hubieran erosionado. Los huecos en las arterias no son producto de copiosas lluvias ni del pesado tránsito de vehículos de carga, sino de la ineficiencia de medio siglo de incapaces y mas de medio millón de coimas, sin siquiera llegar a exagerar. Aquí la lluvia ha causado menos estragos que una cúpula partidaria de inoficiosos delincuentes que gobernaron la ciudad.
La lluvia no sorprendió a inicios de año, haciéndonos recordar que también existe en esta ciudad, aunque a intervalos, felizmente para las mayorías, muy espaciados. Para los que les gusta, como a mí, mojarse las ropas mientras se camina un rato y sentir los golpes de vida en el rostro emulando un baile imaginario, esto no es posible aquí; aunque, felizmente, la naturaleza suele sorprender, a veces, con su sabiduría y nos permite hacer realidad sueños sin consecuencias desagradables para terceros. Esperemos que la lluvia primera augure a quienes asumen la posta de dirigir la ciudad, un limpio andar en su gestión, con gratas sorpresas y menos baches que trajinar.

DALTONISMO VEHICULAR

Rojo, verde y ámbar, o era amarillo. De este último color nunca supe cual era el correcto. Felizmente para mí, en esta ciudad mi daltonismo, siendo enfermedad, no es relevante a la hora de andar, sea a pie o en vehículo, público o privado. Aquí los colores pasan a ser una anécdota, sobretodo los del triunvirato.
Existen, si alguno de nosotros notó, en la mayoría de esquinas del perímetro y también de la periferia, por no decir en casi todas las esquinas de la ciudad (no me imagino los números de las comisiones que originaron pero deben haber sido de cinco a seis cifras sin dudar), unos postes de color amarillo - al menos así se ven en mi daltónica visión – con un artefacto de tres faroles en la parte superior que cambia constantemente su iluminación. Haciendo un aparte he reparado que bajo mi estándar de colores el poste es amarillo, por lo cual la luz central del rectángulo sería ámbar, o quizás anaranjada.
Retomando, hasta hace poco creí que lo correcto era detenerme en el rojo y cruzar en el verde, sea que este caminando o manejando, los parámetros de los colores eran iguales para ambos casos. Sin embargo, en esta ciudad no ocurre así. Si bien muchos vehículos se detienen en la luz roja, más aun si hay un policía vigilante, otro tanto que no resulta ser tan minoritario tiende a cruzarse ésta, sobretodo en vías poco transitadas, sin obedecer la señalización y ni que decir del horario, puesto que pasadas las veintidós horas, las reglas parecen desaparecer y nadie respeta los colores, como si las normas tuvieran horario de oficina y después de éste pase al olvido su cumplimiento.
Así pasa en esta ciudad en la cual incluso los peatones ignoran el rectángulo de colores. A ellos no les importa el color que se ilumina sino únicamente su apuro y se prestan a cruzar de un extremo a otro la acera sin percatarse si pueden hacerlo o no. El semáforo está en rojo, impidiendo que crucen. Como contraparte, del otro lado se ilumina el verde para permitir el acceso vehicular, pero – como sólo ocurre en esta ciudad – los peatones irrumpen por el asfalto caminando apurados. Si algún vehículo inicia el estruendo con el apretar incesante de un claxon, rápidamente recibe la mirada sancionadora del peatón imprudente, cuando no un reclamo y hasta un insulto por querer acelerar estando en su derecho.
Idéntica situación, pero al revés, ocurre cuando el semáforo en rojo impide al vehículo avanzar pero, el chofer ignorando dicha prohibición – quizás sufre daltonismo igual que yo y el 90% de la ciudad – acelera raudamente para avanzar sin importarle si son niños, damas, ancianos o cualquier mortal que quiere ejercer su derecho a transitar. Todo esto ocurre en una ciudad donde el caos vehicular y peatonal conquista su crecimiento sin orden ni educación, pese a ser una ciudad culta, al menos en denominación.
He reparado que el rojo y verde se confunden en la misma dirección a pesar de ser contrarios. Entonces, ¿qué ocurre con el ámbar, anaranjado o amarillo – como quiera que se denomine - que los divide queriendo darles la verdadera diferencia que los caracteriza? Este color central que no puede definirse en su verdadera tonalidad, ¿lo resulta también al momento de su interpretación y funcionalidad? ¿Avisa que hay que detener la marcha porque se acerca el rojo o qué, por el contrario, hay que apretar el paso (o el acelerador) para cruzar antes del cambio? ¿Alerta qué llegará el verde y que nos permitirá el paso o se mimetiza de verde y asume sus funciones sirviéndonos para avanzar a pesar que aun no cambie el color? ¿Cual es la función de este color? Y si la definimos, ¿la cumpliremos?
El color central, transcribiendo textualmente lo que indica el Reglamento de Transito aprobado por el Decreto Supremo Nº 033-2001-MTC, indica en su artículo 49º, lo siguiente: Ambar o Amarillo: Indica prevención. Los vehículos que enfrenten esta señal deben detenerse antes de entrar a la intersección, pues les advierte que el color rojo aparecerá a continuación. Si la luz ámbar o amarilla los ha sorprendido tan próximos al cruce de la intersección que ya no pueden detenerse con suficiente seguridad, los vehículos deben continuar con precaución y despejar la intersección.
Los vehículos que se encuentren dentro del cruce, deben continuar con precaución. Los peatones que se encuentren dentro del paso para peatones tienen derecho a terminar el cruce.
Los peatones que enfrenten esta señal en el semáforo vehicular, quedan advertidos que no tendrán tiempo suficiente para cruzar la calzada y deben abstenerse de hacerlo.
Me he tomado la libertad de subrayar algunas palabras que mi daltonismo no me había permitido apreciar en su verdadera importancia: prevención, detenerse, precaución, tiempo suficiente, abstenerse. Cada una de ellas tiene su uso en un momento determinado que, conjugado con las indicaciones de los colores, deberíamos aprender a usar. Igualmente, el mencionado Reglamento explica el uso de los demás colores del semáforo, el cual también transcribo por si algún transeúnte y/o conductor tiene la curiosidad de conocer:
Verde: Indica paso. Los vehículos que enfrenten el semáforo vehicular deben avanzar en el mismo sentido o girar a la derecha o a la izquierda, salvo que en dicho lugar se prohíba alguno de estos giros, mediante una señal.
Al aparecer la luz verde, los vehículos, incluyendo los que giran a la derecha o izquierda deben ceder el paso a los que reglamentariamente se encuentran despejando la intersección y a los peatones que estén atravesando la calzada por el paso destinado a ellos.
No obstante tener luz verde al frente, el conductor no debe avanzar si el vehículo no tiene expedito su carril de circulación, por lo menos diez metros después del cruce de la intersección.
Los peatones que enfrenten la luz verde en el semáforo peatonal, con o sin la palabra "SIGA", deben cruzar la calzada por el paso para peatones, esté o no demarcado.
Cuando sólo exista semáforo vehicular, los peatones sólo deben cruzar la calzada en la misma dirección de los vehículos que enfrenten el semáforo con luz verde.
Rojo: Indica detención. Los vehículos que enfrenten esta señal deben detenerse antes de la línea de parada o antes de entrar a la intersección y no deben avanzar hasta que aparezca la luz verde.
Los peatones que enfrenten esta señal en el semáforo peatonal, con o sin la palabra "PARE", no deben bajar a la calzada ni cruzarla.
Los peatones que enfrenten esta señal en el semáforo vehicular, en la misma dirección de los vehículos que enfrentan el semáforo con luz roja, no deben avanzar hasta que aparezca la luz verde.
Rojo y flecha verde: Los vehículos que enfrenten esta señal deben entrar cuidadosamente al cruce, solamente para proseguir en la dirección indicada en la flecha verde, debiendo respetar el derecho preferente de paso a los peatones que se encuentren atravesando la calzada, por el paso destinado a ellos y a los vehículos que estén cruzando reglamentariamente la intersección.
Los peatones que enfrenten esta señal en el semáforo vehicular, en la misma dirección de los vehículos que enfrentan el semáforo, con luz roja y flecha verde, no deben bajar a la calzada ni cruzarla.
Rojo Intermitente: Indica pare. Los vehículos que enfrenten esta señal deben detenerse antes de la línea de parada y el derecho preferente de paso estará sujeto a las mismas reglamentaciones que se indican para la señal "PARE".
Ambar o Amarillo intermitente: Indica precaución. Los vehículos que enfrenten esta señal, deben llegar a velocidad reducida y continuar con la debida precaución.
Si alguien llegó hasta acá, entendiendo el uso de los colores del semáforo, lo único que habrá logrado es recordar lo aprendido en la época de su infancia, en el centro de educación inicial al que asistió, el otrora llamado jardín de niños o, en el peor de los casos, lo aprendido en su educación primaria. No se trata de una información nueva, sino de aquella que estuvo oculta por un daltonismo adquirido en nuestro intransigente estilo de vida citadino, que nos conduce a la prepotencia y a querer avanzar antes que los demás. A pesar que aun mantengo mi daltonismo, estoy aprendiendo a diferenciar los colores del semáforo, ya no por su tonalidad sino por ubicación. Cuando la luz superior se enciende, se que el verde se ha activado y puedo pasar; cuando, la luz inferior es la que se ilumina, el rojo aparece y debo detenerme. Por último, cuando destella la luz central, aquel color indefinido me indica prevención y debo recordar el párrafo anterior; así, ya no interesa si confundo los colores, porque la ubicación de éstos me da la correcta instrucción a seguir, la misma que deberíamos seguir todos, daltónicos citadinos.