martes, 26 de junio de 2007

TECNOLOGIA Y CONFORT II

Supermercados, hipermercados, malls, mega plazas, han reemplazado al tradicional mercadillo del barrio que visitaban nuestras abuelas. La comodidad – otra vez – es el calificativo al momento de definir la elección del lugar donde se comprarán los víveres de la semana. Productos seleccionados, limpios, embalados, pesados, etiquetados, todos con la garantía de calidad y fáciles de obtener. Pero éstas no son las únicas ventajas, además del estacionamiento, del ambiente agradable, de la buena atención y la seguridad, existe la evolución del producto hacia el confort del cliente. Ejemplifiquemos con el tradicional kilo de papas, mal pesadas, sucias, con tierra, hasta picadas que conseguimos en el mercado. Ahora, hemos pasado a las papas limpias, regulares, pesadas y embolsadas que están ordenadas en los anaqueles de los hipermercados. Pero ahí no nos hemos quedado. Encontramos papas ya peladas enteras, trozadas en cuadros o en bastones, incluso hasta papas rellenas, listas para freír. Con ello la labor de pelar, cortar, amasar se simplifica; sin embargo, hemos dado un paso más, podemos encontrar papas ya fritas, junto con otros complementos y agregados. Digamos que ahora es posible encontrar la comida lista para llevar y consumir. Pero a quienes aun nos gusta “cocinar” podemos encontrar un puré de papas echo polvo dentro de un sobre al que hay que agregar el líquido para prepararlo; o, más aun, las papas como acompañamiento de un cau cau debidamente enlatado y que solo necesitan abrir y calentar. Igual sucede con los tamales en lata.
Nuestro tradicional cebiche puede prepararse comprando pescado limpio y previamente trozado, al cual se le agrega el contenido de un sobre diluido en agua y listo. Esto también ocurre con el pisco sour en polvo. Otras comidas son fáciles de obtener de igual forma. Sopas, caldos y cremas de todos los sabores y variedades en sus respectivos sobres. Mazamorras, queques y demás postres listos para diluir y cocinar, si es que no los encontramos ya envasados y listos para comer. Poco a poco el uso de la tecnología nos simplifica la labor de cocinar e incluso la de comer, puesto que nuestro paladar se está amoldando a sus sabores.
En unos años, el gourmet del futuro habrá crecido saboreando distintos tipos de comidas provenientes de envasados. Nuestros hijos tendrán como estándar de un buen arroz el sabor del aderezo en polvo. Su mejor cebiche será el que provenga de un pescado congelado preparado con un sazonador de sobre.
La tecnología al momento de cocinar para quienes trabajamos todo el día, resulta un alivio que permite ahorrar tiempo; sin embargo, deberíamos mantener, por lo menos, un espacio situado para lo natural, para el trabajo de poder limpiar y pelar una papa, de poder exprimir un limón y chancar un ajo, de sentir el sabor de una naranja recién exprimida, de un arroz graneado al natural. El continuo desarrollo tecnológico en la comida y demás aspectos de nuestras vidas es inevitable, pero aun podemos elegir soltar el acelerador un domingo y disfrutar de la cocina tanto como del buen comer. La recompensa a ese sacrificio la sentirán con el último bocado.

sábado, 23 de junio de 2007

CAMBIANDO EL TRAFICO

El caos vehicular en el centro de la ciudad ha sido motivo de diversas medidas de control, incluyendo el bloqueo de ciertas calles, algunos días, a ciertas horas. Sin embargo, las soluciones no parecen resultar y el tráfico continúa su lento andar. Quizás el principal problema sea la educación de nuestros choferes que no cumplen con las reglas básicas del Reglamento de Tránsito, sumado a la imprudencia de todos los peatones que, igualmente, contribuimos a este desorden en el andar.
Demás está decir que los vehículos transitan en las calles sin respetar semáforos, cruces peatonales, preferencias y demás lineamientos del buen conducir. Pero igual irrespeto se da en peatones que no sólo no transgreden los semáforos, sino que no reparan siquiera en la existencia de éstos y cruzan cuando y como quieren . Ni mencionar los pasos peatonales que suelen quedar al olvido. Peor aun la toma de un taxi, combi o bus que se da en cualquier lado de la acera convertida en un paradero instantáneo con sólo alzar una mano, como si dicha indicación sea una permisión para que los choferes detengan su auto como y donde quieran, incluso a mitad de la pista, con una fila de autos detrás generando una ensordecedora seguidilla de pitidos.
Otras ocasiones los paraderos se forman bajo la anuencia de la policía que es incapaz de poder movilizar la hilera de autos estacionados en zona prohibida. Estos paraderos dificultan el traslado de los autos sobre las estrechas calles del centro de la ciudad y vulneran toda marca amarilla en el zócalo de la acera, señal indubitable que prohibe estacionar.
Igual ocurre con el andar por las aceras de un transeúnte común, que sube y baja de la acera con su andar zigzagueante topándose con sus contrarios, quienes al igual que el caminan sin seguir su lado de la acera – el derecho – esquivando a los que caminan en grupo, a los vendedores ambulantes, mendigos, los que se encuentran y ocupan la acera para conversar como si estuvieran en la sala de su vivienda, a todos los que olvidamos alguna regla de tránsito elemental al caminar o simplemente no la llegamos a conocer.
La municipalidad debería iniciar una campaña de concientización para cambiar la idiosincrasia de nuestros choferes y peatones. Empezar educando a quienes desconocemos el correcto andar a pie o en vehículo, recordarnos lo que debimos aprender (o aprendimos) de niños y aplicarlo durante toda la vida. Lograr ese gran cambio que se anhela; pero como pedirle peras al olmo cuando en la puerta del propio municipio diariamente y a toda hora vemos autos estacionados, personas atiborradas impidiendo el paso.
Lo ideal sería seguir el ejemplo de un municipio despejado, sin autos estacionados indebidamente durante horas, sin gente conversando en la puerta impidiendo el normal tránsito peatonal, pero ello no ocurre. Entonces nos quedará por esperanzarnos en la Policía Nacional, en esa nueva generación de disciplinados servidores que tendrán que educar con severidad, aplicando multa tras multa, hasta generar un cambio de actitud. El ejemplo: multar a cada uno de los vehículos estacionados diariamente en las puertas de la municipalidad, incluyendo los de los servidores de dicha dependencia que no por su embestidura tienen privilegios para desobedecer la ley.
Empecemos educándonos, exigiéndonos, multándonos. Cambiemos. Es posible, ya lo hemos demostrado con el uso de los cinturones de seguridad. Hace unos años no sólo no los usábamos sino que ni siquiera existían en nuestros vehículos, ni siquiera sabíamos su utilidad. Luego de una campaña de concientización seguida de una de imposición de severas multas nos vimos obligados a usar el cinturón. Hoy, la obligación inicial es una precaución, un seguro que nos autoimponemos porque hemos cambiado, porque podemos hacerlo.
Ojalá que en unos pocos años el orden vehicular mejore porque respetemos las reglas básicas de tránsito. Que este cambio ocurra con una verdadera campaña, con una nueva visión de quienes dirigen la ciudad, coadyuvados por la Policía y que todo sea posible sin tener que efectivizar papeletas.
Mañana cuando cruce la plaza por aquellas líneas blancas paralelas, luego de cerciorarme que el semáforo me lo permite, espero poder cruzar por la puerta del palacio edil y tener la dicha de tener la acera libre, sin quienes obstruyan mi paso, sin verme obligado a salir de la acera y no poder hacerlo porque una seguidilla de autos están estacionados afuera, en zona prohibida. Y así, con la dicha de saber que el gran cambio ocurre, poder continuar mi andar con tranquilidad en cada calle de esta primaveral ciudad.