lunes, 16 de abril de 2007

DALTONISMO VEHICULAR

Rojo, verde y ámbar, o era amarillo. De este último color nunca supe cual era el correcto. Felizmente para mí, en esta ciudad mi daltonismo, siendo enfermedad, no es relevante a la hora de andar, sea a pie o en vehículo, público o privado. Aquí los colores pasan a ser una anécdota, sobretodo los del triunvirato.
Existen, si alguno de nosotros notó, en la mayoría de esquinas del perímetro y también de la periferia, por no decir en casi todas las esquinas de la ciudad (no me imagino los números de las comisiones que originaron pero deben haber sido de cinco a seis cifras sin dudar), unos postes de color amarillo - al menos así se ven en mi daltónica visión – con un artefacto de tres faroles en la parte superior que cambia constantemente su iluminación. Haciendo un aparte he reparado que bajo mi estándar de colores el poste es amarillo, por lo cual la luz central del rectángulo sería ámbar, o quizás anaranjada.
Retomando, hasta hace poco creí que lo correcto era detenerme en el rojo y cruzar en el verde, sea que este caminando o manejando, los parámetros de los colores eran iguales para ambos casos. Sin embargo, en esta ciudad no ocurre así. Si bien muchos vehículos se detienen en la luz roja, más aun si hay un policía vigilante, otro tanto que no resulta ser tan minoritario tiende a cruzarse ésta, sobretodo en vías poco transitadas, sin obedecer la señalización y ni que decir del horario, puesto que pasadas las veintidós horas, las reglas parecen desaparecer y nadie respeta los colores, como si las normas tuvieran horario de oficina y después de éste pase al olvido su cumplimiento.
Así pasa en esta ciudad en la cual incluso los peatones ignoran el rectángulo de colores. A ellos no les importa el color que se ilumina sino únicamente su apuro y se prestan a cruzar de un extremo a otro la acera sin percatarse si pueden hacerlo o no. El semáforo está en rojo, impidiendo que crucen. Como contraparte, del otro lado se ilumina el verde para permitir el acceso vehicular, pero – como sólo ocurre en esta ciudad – los peatones irrumpen por el asfalto caminando apurados. Si algún vehículo inicia el estruendo con el apretar incesante de un claxon, rápidamente recibe la mirada sancionadora del peatón imprudente, cuando no un reclamo y hasta un insulto por querer acelerar estando en su derecho.
Idéntica situación, pero al revés, ocurre cuando el semáforo en rojo impide al vehículo avanzar pero, el chofer ignorando dicha prohibición – quizás sufre daltonismo igual que yo y el 90% de la ciudad – acelera raudamente para avanzar sin importarle si son niños, damas, ancianos o cualquier mortal que quiere ejercer su derecho a transitar. Todo esto ocurre en una ciudad donde el caos vehicular y peatonal conquista su crecimiento sin orden ni educación, pese a ser una ciudad culta, al menos en denominación.
He reparado que el rojo y verde se confunden en la misma dirección a pesar de ser contrarios. Entonces, ¿qué ocurre con el ámbar, anaranjado o amarillo – como quiera que se denomine - que los divide queriendo darles la verdadera diferencia que los caracteriza? Este color central que no puede definirse en su verdadera tonalidad, ¿lo resulta también al momento de su interpretación y funcionalidad? ¿Avisa que hay que detener la marcha porque se acerca el rojo o qué, por el contrario, hay que apretar el paso (o el acelerador) para cruzar antes del cambio? ¿Alerta qué llegará el verde y que nos permitirá el paso o se mimetiza de verde y asume sus funciones sirviéndonos para avanzar a pesar que aun no cambie el color? ¿Cual es la función de este color? Y si la definimos, ¿la cumpliremos?
El color central, transcribiendo textualmente lo que indica el Reglamento de Transito aprobado por el Decreto Supremo Nº 033-2001-MTC, indica en su artículo 49º, lo siguiente: Ambar o Amarillo: Indica prevención. Los vehículos que enfrenten esta señal deben detenerse antes de entrar a la intersección, pues les advierte que el color rojo aparecerá a continuación. Si la luz ámbar o amarilla los ha sorprendido tan próximos al cruce de la intersección que ya no pueden detenerse con suficiente seguridad, los vehículos deben continuar con precaución y despejar la intersección.
Los vehículos que se encuentren dentro del cruce, deben continuar con precaución. Los peatones que se encuentren dentro del paso para peatones tienen derecho a terminar el cruce.
Los peatones que enfrenten esta señal en el semáforo vehicular, quedan advertidos que no tendrán tiempo suficiente para cruzar la calzada y deben abstenerse de hacerlo.
Me he tomado la libertad de subrayar algunas palabras que mi daltonismo no me había permitido apreciar en su verdadera importancia: prevención, detenerse, precaución, tiempo suficiente, abstenerse. Cada una de ellas tiene su uso en un momento determinado que, conjugado con las indicaciones de los colores, deberíamos aprender a usar. Igualmente, el mencionado Reglamento explica el uso de los demás colores del semáforo, el cual también transcribo por si algún transeúnte y/o conductor tiene la curiosidad de conocer:
Verde: Indica paso. Los vehículos que enfrenten el semáforo vehicular deben avanzar en el mismo sentido o girar a la derecha o a la izquierda, salvo que en dicho lugar se prohíba alguno de estos giros, mediante una señal.
Al aparecer la luz verde, los vehículos, incluyendo los que giran a la derecha o izquierda deben ceder el paso a los que reglamentariamente se encuentran despejando la intersección y a los peatones que estén atravesando la calzada por el paso destinado a ellos.
No obstante tener luz verde al frente, el conductor no debe avanzar si el vehículo no tiene expedito su carril de circulación, por lo menos diez metros después del cruce de la intersección.
Los peatones que enfrenten la luz verde en el semáforo peatonal, con o sin la palabra "SIGA", deben cruzar la calzada por el paso para peatones, esté o no demarcado.
Cuando sólo exista semáforo vehicular, los peatones sólo deben cruzar la calzada en la misma dirección de los vehículos que enfrenten el semáforo con luz verde.
Rojo: Indica detención. Los vehículos que enfrenten esta señal deben detenerse antes de la línea de parada o antes de entrar a la intersección y no deben avanzar hasta que aparezca la luz verde.
Los peatones que enfrenten esta señal en el semáforo peatonal, con o sin la palabra "PARE", no deben bajar a la calzada ni cruzarla.
Los peatones que enfrenten esta señal en el semáforo vehicular, en la misma dirección de los vehículos que enfrentan el semáforo con luz roja, no deben avanzar hasta que aparezca la luz verde.
Rojo y flecha verde: Los vehículos que enfrenten esta señal deben entrar cuidadosamente al cruce, solamente para proseguir en la dirección indicada en la flecha verde, debiendo respetar el derecho preferente de paso a los peatones que se encuentren atravesando la calzada, por el paso destinado a ellos y a los vehículos que estén cruzando reglamentariamente la intersección.
Los peatones que enfrenten esta señal en el semáforo vehicular, en la misma dirección de los vehículos que enfrentan el semáforo, con luz roja y flecha verde, no deben bajar a la calzada ni cruzarla.
Rojo Intermitente: Indica pare. Los vehículos que enfrenten esta señal deben detenerse antes de la línea de parada y el derecho preferente de paso estará sujeto a las mismas reglamentaciones que se indican para la señal "PARE".
Ambar o Amarillo intermitente: Indica precaución. Los vehículos que enfrenten esta señal, deben llegar a velocidad reducida y continuar con la debida precaución.
Si alguien llegó hasta acá, entendiendo el uso de los colores del semáforo, lo único que habrá logrado es recordar lo aprendido en la época de su infancia, en el centro de educación inicial al que asistió, el otrora llamado jardín de niños o, en el peor de los casos, lo aprendido en su educación primaria. No se trata de una información nueva, sino de aquella que estuvo oculta por un daltonismo adquirido en nuestro intransigente estilo de vida citadino, que nos conduce a la prepotencia y a querer avanzar antes que los demás. A pesar que aun mantengo mi daltonismo, estoy aprendiendo a diferenciar los colores del semáforo, ya no por su tonalidad sino por ubicación. Cuando la luz superior se enciende, se que el verde se ha activado y puedo pasar; cuando, la luz inferior es la que se ilumina, el rojo aparece y debo detenerme. Por último, cuando destella la luz central, aquel color indefinido me indica prevención y debo recordar el párrafo anterior; así, ya no interesa si confundo los colores, porque la ubicación de éstos me da la correcta instrucción a seguir, la misma que deberíamos seguir todos, daltónicos citadinos.

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